domingo, 25 de mayo de 2014

De espíritus malignos norteamericanos va la jugada.




Hoy, para celebrar el Día del Orgullo Friki (y Día de la Toalla), y dado que mi “especialidad” es la mitología, he decidido hacer una encuesta en Facebook sobre lo que mis amigos querían leer. Tras una ardua discusión, se ha optado por la mitología de los nativos americanos… Que es hacer una descripción muy amplia, porque cada tribu es de su padre y de su madre. Pero como algo conozco, por poco que sea, hoy hablaré de esa “adorable” criaturita que es el Wendigo.


El Wendigo es una figura que aparece en los mitos de los pueblos algonquinos, nativos americanos procedentes de Canadá y el nor-noreste de Estados Unidos. Esta es una división generalista, basada en el núcleo de los idiomas que las tribus hablaban, conocido como algonquino. Esta división incluiría a los Cheyenne, los Arapahoe, y muchísimas más tribus. He visto en algunos sitios mencionar que la leyenda es Inuit, pero tras una serie de comprobaciones está claro que es una confusión, ya que no está incluida en su mitología y sus territorios no coinciden apenas con los de los algonquinos. Al parecer se produce una confusión con uno de estos pueblos, los Innu, que era una de las tribus que más presentes tenía esta leyenda.

Volviendo al tema que realmente nos ocupa, que es el Wendigo. Este espíritu maligno, demoniaco casi, era un ser a medio camino entre una bestia y un ser humano. Las descripciones suelen variar dependiendo de la cultura, pero en lo que todas coinciden es en que esta criatura voraz está asociada con el viento, el frío y, sobre todo el hambre. Varias tribus lo describen como un gigante: da igual lo mucho que comiera, crecería para tener siempre hambre. La criatura representaba también la avaricia, la gula y los excesos. Nunca estaba saciada y daba igual la cantidad de hombres que hubiera matado y devorado, siempre estaría en busca de su nueva víctima.

Porque, de lo que sin duda estaba las tribus de acuerdo, era sobre el hecho de que el Wendigo era un caníbal.

En este caso, el uso de la palabra es correcto: el Wendigo era en origen un ser humano, por lo que al devorar seres humanos, era un caníbal. Las razones por las que un ser humano podía transformarse en Wendigo eran variadas: podía ser por tratarse de un hombre terriblemente codicioso, tener la desgracia de cruzarte con él, o de ser poseído por él. Sin embargo, la más habitual era la de practicar el canibalismo. Para estos pueblos, el canibalismo, incluso en situaciones desesperadas en las que había riesgo para la vida, era considerado un tabú. La respuesta a la muerte por hambre era el suicidio o la resignación, por lo que el Wendigo actuaba como un modo de “recordar” qué era lo que no debían hacer.

Tengamos en cuenta que estos nativos americanos vivían en los bosques de Canadá en una zona en la que quedarse atrapado durante el invierno es de todo menos agradable, así que no era del todo extraño que un pueblo se viera en la situación de elegir entre comerse a sus compañeros o familiares, o morir de inanición. Dada la importancia de este tabú, era habitual en algunas tribus hacer danzas que recordaran al espíritu, conocidas como wiindigookaanzhimowin.

Esta criatura es lo suficientemente conocida en algunos círculos como para que su nombre se use para una enfermedad psicológica, conocida como la “Psicosis de Wendigo”. Esta enfermedad hace que aquel que la sufre sienta un gran anhelo de comer carne humana, incluso cuando se tiene acceso a otras fuentes de comida. Al parecer, esta psicosis se daba a menudo entre las tribus que creían en el Wendigo, generalmente tras haber practicado canibalismo en un momento previo. Aunque algunos psiquiatras no parecen considerar esta condición como una verdadera enfermedad, se conocen casos relativamente recientes de la misma.

Pero la “popularidad” del Wendigo no acaba aquí. Hay numerosas referencias a este ser tanto en la literatura como en los comics. Podríamos hablar de Ithaqua, una criatura del Mito de Cthulhu basada en esta leyenda, del villano de Marvel, o incluso de la versión descafeinada que se sacaron para la serie nueva de Mi Pequeño Pony, de la que no diré nada más.

Al parecer, la idea de un aterrador bicho devorador de hombres resulta fascinante a los amantes del terror. Particularmente, prefiero no encontrarme con nada similar, psicosis incluida.

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