jueves, 14 de noviembre de 2013

Consecuencias

Esta entrada es un fanfic de Thor: El Mundo Oscuro. Si no habéis visto la película, recomiendo que no os lo leáis, por la cuenta que os trae.

También dejar dicho que Thor: El Mundo Oscuro, todos su personajes y también todos los otros personajes que aparecen en este fanfic pertenecen a Marvel. No es mi intención en modo alguno quitarles lo que es suyo. Pero la maldita historia no me dejaba descansar en paz. Que os aproveche.



CONSECUENCIAS

No había sido una buena semana.
Aunque, si era sincero, las semanas rara vez eran buenas en su línea de trabajo.
Normalmente no solía mencionar este hecho, porque la gente solía opinar que alguien como Brian Braddock, un hombre en la lozanía de su vida, apuesto, procedente de una familia aristocrática, con varias empresas bastante lucrativas y casado con una hermosa mujer, no tenía derecho a quejarse. Era como si el hecho de haberse labrado un camino y haber triunfado en la vida a base de esfuerzo no mereciera consideración porque tenía un título nobiliario. Pero eso era poco importante, realmente, porque esa era la parte de su vida que era sencilla. Manejar todos esos asuntos, su título nobiliario, las empresas, y la envidia, era fácil comparado con aquellas cosas nadie salvo unos pocos sabían que él hacía. O tal vez, debería decir aquellas cosas que todo el mundo sabía que hacía él, pero sin saber que era él. Tal es la vida de un superhéroe.
Tal es la vida del Capitán Britania.
Ahí era donde radicaba el problema, realmente. Tenía superpoderes, un traje, un deber, y una agencia estatal de inteligencia mandándole trabajitos. Y se podía dar con un canto en los dientes de que su amada esposa estuviera en el mismo barco. Porque bastante tenía con tratar con la gente del MI13 como para encima ir ocultándole cosas a Meggan. Y menos con ese carácter. No, en ese aspecto no se podía quejar, y no iba a hacerlo. De lo que podía quejarse y no lo hacía, sin embargo, era que rara era la semana que no tenía que salir corriendo de casa o de una reunión o de lo que fuera porque alguna amenaza inminente se cernía sobre Gran Bretaña.
Aquella, sin embargo, había sido diferente.
Al principio, solo había parecido una semana como otra cualquiera. Reuniones de trabajo, reuniones sociales, Pete Wisdom fumando como un carretero, un científico cuántico medio loco corriendo desnudo por Stonehenge, campos gravitatorios alterados… Lo de siempre. La vida de superhéroe, había descubierto Brian bien pronto, te quitaba la capacidad de sorprenderte de muchas cosas. Del físico cuántico medio loco se habían hecho cargo las autoridades, por supuesto, y Wisdom había puesto a Alistaire Stuart a investigar los campos gravitatorios alterados, y cuando Brian había mencionado una reunión en Escocia, Wisdom ni había parpadeado antes de decirle que le enviara sus saludos a cierta amiga mutua. Aunque tal vez “amiga” era una palabra demasiado fuerte en el caso de Wisdom. Brian sabía a ciencia cierta que si no había soltado una sarta de insultos era porque sabía que en cuanto Brian mencionara su nombre, la sarta de insultos correría de cuenta de ella. Qué divertido.
El caso es que allí estaba, en Escocia, en una de esas reuniones de trabajo, cuando una nave alienígena aterrizó en Greenwich, y se desató el infierno.
Comparado con lo que había pasado no hacía tanto en Nueva York, tal vez llamarlo infierno era ser exagerado. Pero esto era la vieja Albión, donde lo más terrible que podía pasar era que apareciera un vampiro. O un sidhe mosqueado. O el líder de Latveria estirando su inmunidad diplomática todo lo posible. De hecho esa última parte era posiblemente la mayor amenaza en la que Brian, perdón, el Capitán Britania había podido pensar hasta entonces. Las invasiones alienígenas eran para los estadounidenses, y para la BBC a partir de las siete de la tarde. Así que sí, podía decir que la nave en medio de Greenwich le había sorprendido y preocupado a partes iguales, tanto como para inventarse una grave excusa, cancelar la reunión a la que ya nadie prestaba atención, y salir corriendo y posteriormente volando tan rápido como le era posible hacia Londres.
Pero para cuando llegó, lo que quedaba del supuesto desastre era la parte inferior de la susodicha nave, varios coches destrozados, parte del Museo Nacional Marítimo hecho puré, varios videos de Thor, y un Pete Wisdom cabreado como una mona porque durante un par de minutos dos cazas habían desaparecido de los radares y a alguien en algún lado le había dado un infarto. Suponía que, de no haber sido por Thor, la cosa habría sido mucho peor de lo que realmente era, pero desde luego tratar con Wisdom cuando estaba de un humor de perros no era la idea de Brian de una feliz velada. No lo era ni siquiera cuando estaba de buen humor…
Si todo hubiera acabado ahí, Brian casi podría haberse felicitado porque ni siquiera había tenido que ir él a resolver la crisis. Pero no había acabado ahí.
Sí, la nave había desaparecido. Sí, la amenaza, fuera la que fuese, había sido eliminada, o al menos eso daban a entender las grabaciones, y que Thor hubiera reaparecido en Gran Bretaña un par de días después. Y sí, Alistaire había conseguido hablar con el físico cuántico medio loco de Stonehenge, que de alguna manera había estado relacionado con todo aquel desastre, y había conseguido convencerle de que no le iban a quitar sus investigaciones y de que les explicara todo lo que había pasado. Todo parecía perfecto, incluso, un final fantástico para una crisis… hasta que descubrieron que había varias cosas sueltas por la ciudad que no deberían estar allí.
Glorioso.
La primera de ellas era un grupo, una media docena o así, de individuos de piel clara, orejas puntiagudas y pelo blanco, con la cara tapada por una máscara, que habían comenzado a vagar por las calles asaltando a comerciantes para robar comida. El problema principal eran las armas, que toda la gente describía como salidas de Star Wars. El físico cuántico medio loco, el profesor Selvig, los había llamado “elfos oscuros”. De algún modo, le parecían demasiado pálidos como para llamarlos “oscuros”, pero no era él el que había elegido la denominación. Tampoco importaba, realmente, solo importaba que eran seis, estaban armados hasta los dientes, y perdidos en un planeta que no era el suyo. Y entrenados para el combate, todo fuera dicho. Encontrarlos no había sido difícil, pero reducirlos no había sido moco de pavo. Por suerte, Wisdom era decente a la hora de poner planes en marcha, y al final los seis elfos, o lo que fueran, habían sido escoltados a un lugar seguro mientras se estudiaba lo que hacer con ellos.
Estaba seguro, por el humor de perros del líder del MI13, que no estaba siendo nada sencillo.
La segunda cosa estaba resultando ser algo más complicada de localizar.
-Las lecturas indican que se encuentra en los callejones cerca de Deptford Church- la voz de Wisdom sonó por el comunicador-. Pero este endemoniado trasto ha decidido que no va a darme las coordenadas exactas. Tendréis que encontrarle por vuestra cuenta.
-¿Eso es lo que intentaste hacer ayer?- la respuesta provenía de Meggan.
Brian tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada ante la sarta de improperios que surgió del lado de la línea correspondiente al líder del MI13. No es que considerara que aquello fuera un asunto de risa, porque Wisdom podría haber salido muy mal parado de todo aquel encontronazo, y a pesar de los pesares, no era mal tipo. Pero el londinense había salido del combate con solo heridas leves y un odio acérrimo a “eso”, como había dado en llamar a la criatura, por lo que la reacción a las palabras de Meggan resultaba hasta cómica.
-Es posible que vuelva a intentar salir a las calles principales, estará buscando un sitio más amplio y mejores presas- dijo al fin, intentando que no se le notara la sonrisa que curvaba sus labios-. ¿Crees que podrías ocuparte de eso, Megg?
-Por supuesto- replicó su esposa, una nota de seguridad en su voz.
Brian asintió. Bien, eso le dejaba a él la ingrata tarea de buscar a la criatura por los callejones. Aunque, según estaba descubriendo ahora, no resultaba tan complicado como había pensado en un principio. Desde el punto en el que Wisdom se había encontrado con lo que fuera aquella cosa, el rastro que iba dejando resultaba bastante obvio. La criatura no era lo que se dice pequeña, y en los callejones solitarios era difícil que no se topara con cosas que apartar o pisar. Cubos de basura tirados, coches destrozados, alguna que otra lámpara caída… No, no resultaba difícil seguirla.
En realidad, la encontró bien pronto.
Suponía que en algún momento había sido una casa, pero el terreno era demasiado pequeño como para alzar un edificio así que, cuando se había derribado, alguien había decidido construir una plazoleta, o esa había sido su intención original. El lugar tenía aspecto viejo, ajado, y olía fatal sin necesidad de mezclar nada más. La zona estaba cubierta de plumas grises, indicativo del ingrato destino de las palomas del lugar. Aunque era un indicativo más claro el hecho de que acabara de ver a “eso” cazando una al vuelo y zampándosela de un bocado.
Nada de lo que hubiera podido decir Wisdom habría podido prepararle para ello. Incluso si Wisdom no era de los que exageraba las cosas, precisamente, y lo había descrito como “el chucho más feo y grande que se hubiera echado a la puta cara jamás”. Grande, desde luego era, llegando a los cinco metros desde los hombros al suelo. Y feo lo era con ganas, con una gigantesca nariz, unos ojos enanos, y sin pelo alguno que cubriera su piel de color azulado. Pero estaba más bien lejos de su idea de perro, y tenía una idea muy abierta de lo que era un perro. Desde luego, no tenía cuernos por orejas, ni espinas creciéndole en la espalda, ni una cola de lagarto que parecía bifurcarse en su punta. Era cuadrúpedo, sí, pero no había visto ningún animal con unas garras como esas, y no es que fueran pequeñas, precisamente. En algunas zonas, especialmente las patas delanteras, podían adivinarse heridas con aspecto de estar cauterizadas y largas líneas de color negro. Si tenía que adivinar, eso era el resultado de su enfrentamiento con Wisdom. Le conocía desde hacía suficiente tiempo como para reconocer las marcas de su “habilidad especial”.
Era un milagro, con la que habían montado, que esa cosa no hubiera salido todavía en un noticiario. Suponía que no tardaría mucho en hacerlo, con un poco de suerte una vez la hubiera capturado.
¿Y cómo debía llamarlo, ahora que lo pensaba? ¿”Cosa”? ¿”Eso”? Vale que era una criatura alienígena, pero seguro que alguien, en algún lugar, le había dado un nombre más creativo…
En el escaso medio minuto que había necesitado para pensar en todo aquello, el bicho había acabado su escaso aperitivo y se había dado cuenta de que estaba siendo observado. Como Capitán Britania, se había enfrentado a varias criaturas de origen místico y reconocería aquel tipo de mirada en cualquier lado: la mirada de alguien famélico que acaba de ver una pata de cordero asada.
-Creo que podemos dejarlo en “chucho”- musitó para sí.
Lo último que oyó al otro lado de la línea fue un claro “¡mierda!”, centésimas de segundo antes de que la enorme mole se lanzara contra él, y le golpeara con la fuerza de un autobús. El ataque le lanzó un par de metros hacia atrás, hacia la calle, y le tumbó en el suelo. Tal vez habría rebotado un poco, de no ser por la presión de la pata que aterrizó encima de la parte derecha de su cuerpo. Abrió los ojos para encontrarse con el morro del “chucho”, la boca abierta y los colmillos goteándole directamente encima. No pudo evitar que su rostro se torciera en una mueca, tanto por el peso aplicado sobre su cuerpo como por el pestilente aire que surgía de la garganta de la criatura.
La criatura se apartó un poco, como si saboreara el bocado que tenía a su merced.
El problema era que el “chucho” hasta ese momento se había enfrentado a los elfos oscuros y a Wisdom. Los elfos oscuros tenían armas, desde luego, pero por lo que tenía entendido no habían tenido demasiada fortuna en su enfrentamiento con la criatura y habían tenido que escapar, lo que a la larga les había salvado la vida. Wisdom había sido un hueso más duro de roer, estaba claro, y se había resistido, pero el resultado podía seguir siendo considerado una victoria para el “chucho”. Pero Wisdom era, en comparación con otros miembros del MI13, un peso ligero en lo que a poderes se refería.
Wisdom era un mutante. Solo tenía sus “cuchillos de calor”, cuchillas creadas con energía térmica solar comprimida, y una mente tan afilada como una espada.
Él, el Capitán Britania, no podía decir que tuviera una capacidad para las estrategias como el londinense, ni su absurda habilidad para mantenerse vivo. Pero era el Capitán Britania, el guardián elegido para proteger Bretaña. Y eso significaba que mientras estuviera pisando ese suelo, tenía varias capacidades, y entre ellas dos, de las que la inmensa mayoría de la gente carecía: una resistencia sobrehumana, y…
-Te huele el aliento- le espetó a la criatura antes de golpearle con el puño en su aplastado morro.
…Una fuerza acorde a su resistencia.
No era uno de sus mejores puñetazos, dada la posición en la que estaba, pero fue suficiente como para que la criatura, que no se había esperado semejante respuesta, acabara derribada de espaldas, su peso resquebrajando el ya de por sí dañado asfalto. El Capitán Britania se puso de pie lo más rápido que le fue posible, para recuperarse de la desventaja que suponía encontrarse tirado en el suelo. El “chucho” se las había arreglado para al menos darse la vuelta, y ahora se estaba poniendo en pie con dificultad, mientras intentaba mantenerle en su campo de visión ahora que estaba a su espalda más que frente a él. En aquella zona tan estrecha, estaba claro que le estaba costando maniobrar. En su inteligencia animal, el “chucho” debió entenderlo, porque hizo lo que cualquier otro animal en su situación habría hecho.
Salió corriendo.
El Capitán Britania, por supuesto, no se quedó ahí quieto. A fin de cuentas, otra de las habilidades que le daba su estatus de guardián de Bretaña era la de volar, y apenas vio como el “chucho” echaba a correr, le siguió de inmediato.
Descubrió con sorpresa, que el animal se movía a una velocidad sorprendente para su gigantesco tamaño. Corrió callejón adelante, haciendo caso omiso de vehículos y mobiliario urbano, que quedaba aplastado o apartado por la inmensa mole de su cuerpo. Al mismo tiempo, eso evitaba que el Capitán Britania pudiera volar todo lo rápido que quisiera, pues tenía que evitar todos los pequeños desastres que iba causando el animal a su paso. No le hacía falta ser muy astuto para darse cuenta de hacia donde se estaba dirigiendo.
-Está huyendo hacia Creek Road. Creo que quiere volver hacia Greenwich Park.
-¡De todos los jodidos sitios a los que ir…!- exclamó Wisdom-. ¡Meggan, intercéptalo!
-¡Estoy ahí!- sonó la voz de Megg-. Tengo compañía.
En ese mismo momento, el Capitán Britania por fin pudo acelerar y, cuando la criatura estaba por fin alcanzando su destino, pudo arrojarse contra él, los puños por delante, golpeándole con fuerza en uno de los flancos traseros.
Que el “chucho” se dolió, sería quedarse corto. Con la velocidad extra, el animal salió despedido varios metros de costado, lanzando un aullido de dolor… atravesando todo Creek Road y llevándose por delante un par de coches aparcados, ante la alucinada mirada de los viandantes. Unos cuantos de ellos, los más cercanos, corrieron a ponerse a una distancia segura, pero la mayoría, que ya de por sí estaba congregada observando lo que fuera, no se movió ni un ápice, segura de que a esa distancia, y con superhéroes de por medio, no había riesgo, o no demasiado al menos. Saliendo del callejón, intentando contener una mueca ante los daños (eso iba a salir de su sueldo, seguro), se dio cuenta de que Meggan estaba allí, acompañada de una figura a la que el Capitán Britania no supo reconocer, y de la que tampoco podía preocuparse en aquellos momentos.
.-¡Oh, Bri…!- comenzó ella.
-¡En seguida estoy contigo, Megg!- respondió él, antes de acabar de recorrer la distancia hasta el “chucho”, que se había levantado de nuevo y sacudía su cabeza como un animal que se estuviera quitando agua de encima.
Apenas le vio llegar, el “chucho” intentó propinarle un zarpazo con todas sus fuerzas. El Capitán Britania agarró su pata antes de que pudiera acabar el movimiento. Aunque el golpe tenía una potencia sorprendente, el Capitán consiguió mantener la presa sin apenas mover el brazo. Tiró de la pata para acercar el morro hacia él, lo que le valió un rugido a la cara acompañado de su maloliente aliento. Sin decir una palabra, el Capitán Britania le dio un puñetazo en la cara. Cuando el “chucho” simplemente sacudió la cabeza de nuevo, probó una segunda, y una tercera vez. Al cuarto puñetazo, el “chucho” por fin perdió el conocimiento.
-Lo tenemos- anunció al intercomunicador, soltando la pata del “chucho”-. ¿Crees que cabrá en las cajas que usan para los elefantes?
-Puede que ni lo necesitemos- replicó Wisdom al otro lado de la línea-. Ni se os ocurra moveros de allí, y procurad tener a eso inconsciente. Voy para allá.
Brian no pudo evitar que su rostro mostrara una expresión de sorpresa. ¿Qué querría decir con que no iban a necesitar una caja para ese bicho? ¿Cómo pensaba moverlo si no? Este tipo estaba cada día más loco, en serio.
-Eso ha sido… rápido. Ha sido un buen combate- dijo una voz detrás de él.
Brian se volvió y, por un solo instante, se permitió sentir verdadera sorpresa. La figura que había estado al lado de su mujer resultó ser un hombre alto, musculoso, rubio y de ojos azules, embutido en una armadura de factura desconocida, al que en algún otro tiempo algunas civilizaciones habrían considerado un dios: Thor. A su lado, Meggan, que no era corta de estatura precisamente, parecía pequeña y delicada.
Megg les dedicó a los dos una sonrisa radiante.
-Así que esta era tu compañía- dijo Brian.
-Sí- respondió ella, antes de volverse hacia el “Dios del Trueno”-. Este es mi marido, el Capitán Britania.
-Debo darte las gracias por lo de Greenwich- comentó el aludido, extendiendo la mano-. No estaba en la ciudad, y temo que habría sido muy difícil solucionarlo si no llegas a estar ahí.
-No son necesarias. Era un problema que atañía a mi gente tanto como a las gentes de todos los mundos. Era mi deber solucionarlo.
Las palabras de Thor iban acompañadas de un apretón de manos firme, pero amistoso. Brian casi se sintió aliviado.
-Al menos, puedo agradecer que no empecemos esta reunión con una pelea.
Por un instante, Thor pareció confuso, pero fue tan solo un segundo. Luego, pareció recordar algo y asintió.
-Es en verdad un cambio agradable.
Meggan les miró, divertida.
-¿Puedo preguntar qué te ha traído hasta aquí de nuevo?- preguntó Brian, haciendo todo lo posible por ignorar la sonrisa de su mujer.
Thor hizo un gesto hacia el “chucho”
-Es una bestia del Jötunheim. He venido a devolverla a su mundo.
-¿Cómo…?-comenzó Brian, pero no completó la frase. Que no hubiera salido en la televisión no quería decir que su presencia hubiera pasado desapercibida.
De hecho, era imposible que esa mole pasara desapercibida.
-Bueno, puede que entonces sí que nuestro visitante tenga pelea- comentó Meggan, con un tonillo algo jocoso.
-Yo no veo por qué iba a pegarme con él por algo así.
-Tú no, querido. Él.
Como si las palabras de Meggan fueran una señal, un coche negro frenó con un derrape delante de ellos. Del vehículo se apeó un hombre de estatura media, moreno, vestido con un traje negro y una gabardina del mismo color que había visto días mejores, hacía ya mucho tiempo. Lo primero que hizo nada más poner los pies sobre el asfalto fue maldecir y encender un cigarrillo, en ese orden.
Peter Wisdom, líder del MI13, acababa de llegar.
Brian gruñó y se llevó una mano a la cabeza, como si le doliera.
-Qué asco de semana…
Thor, a su lado, pensó que aquellos mortales estaban más bien locos.

El problema no fue la bestia del Jötunheim, que volvió a su casa sin más dilación. De hecho, Wisdom había accedido de inmediato, y Brian habría podido jurar que había visto al londinense sonreír. Eso era casi el equivalente a que estuviera a punto de bailar ante la idea de que el bicho estaba a varios mundos de distancia, allí donde no pudiera ponerle la zarpa encima. Wisdom lo negaba vehementemente. Incluyendo largas ristras de creativos insultos.
Lo que realmente estuvo a punto de provocar el primer incidente diplomático entre mundos fueron los elfos oscuros. Con mucha mano izquierda, muchas miradas asesinas a las partes más vocales de cada bando y mucho, mucho trabajo, se llegó al acuerdo de que los seis servirían como miembros bajo vigilancia del MI13, con monitorización de S.H.I.E.L.D.. El contacto con esta organización, una mujer llamada María Hill, comenzó una discusión con Wisdom a los treinta segundos de siquiera escucharle por primera vez. Era un nuevo record. A Brian le había caído genial.
En cuanto a los elfos en sí, resultaron ser hasta agradables al trato, una vez comprendieron la situación.
Y sin embargo…
-La descripción que los testigos hacen de las armas se asemeja a la de las del asalto en Greenwich de hace dos semanas, y a las de los individuos que fueron reducidos por las fuerzas de seguridad del Estado en…
Brian gruñó, tanto por el anuncio que estaba haciendo la reportera de la BBC, como por el grito que surgió desde la oficina del jefe del MI13.
-¡Braddock! ¡Mueve tu gordo culo de aristócrata! ¡Tenemos que parar a esos idiotas antes de que los capullos de S.H.I.E.L.D. asomen su fea jeta!
Las palmaditas en el hombro que le dio Meggan no resultaron de consuelo alguno.
-Odio este tipo de semanas- comentó antes de levantarse para salvar Bretaña (una parte de ella, al menos) una vez más.

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